Giovannimaria era un niño como cualquier otro: se reía, se enfadaba, jugaba, lloraba y se divertía a su manera. Pero ninguna persona creyente que lo conoció y vio su fe, su coraje y su alegría en medio de su intenso sufrimiento podría negar que Jesús vivía e irradiaba poderosamente desde su alma. Mientras su pequeño cuerpo moría, la Luz de Cristo brillaba desde su alma a través de sus ojos y su sonrisa, como el sol a través de los magníficos vitrales de una catedral. En las conversaciones de un niño, sus palabras de sabiduría y amor tocaban hasta los corazones más endurecidos. Nadie podía estar cerca de él sin sentirse animado, inspirado, amado y sin preguntarse con asombro:
“¿Por qué no he invitado a Jesús a mi sufrimiento y a mi oscuridad como ha hecho este niño?”.
“En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo, caído en la tierra, no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24) dice Jesús. Juan murió en la fiesta del Corpus Christi. En esta fiesta celebramos la humildad de Jesús, que se hace realmente presente en un trozo de pan a través de las manos de sus sacerdotes, y que luego da fruto en nuestras almas.
A ninguno de los que conocían y amaban a Gio les sorprendió este designio divino. Jesús se hizo presente en Giovannimaria, y no sólo en su vida sino también en su muerte; Jesús ha dado mucho fruto en nosotros a través de Gio.
Ahora ¡agradezcamos a este niño y alegrémonos con él porque ha cumplido! Ha completado su misión de ser un puente entre el Cielo y la tierra en su vida aquí abajo, y aún más ahora que vive en el Reino del Padre, y a través de sus oraciones, nos procura las gracias del Paraíso.
¡Giovannimaria, reza por nosotros!
Father Enrique Salvo
Rector Saint Patrick Cathedral
New York