Hay mucho misterio en la historia de GiovanniMaria.
¿Puede un niño pequeño tomar conciencia del significado del dolor y de la muerte?
¿Puede un niño que sufre vivir su cruz con tal adhesión a Jesús Crucificado que lo sienta vivo y presente en su vida?
E igualmente, ¿puede un niño de pocos años convertirse en guía para su familia y para la gente que conoció?
Aspectos extraordinarios de una vida marcada por la ordinariez del dolor humano, que nos cuestiona y estremece, sobre todo si toca a una vida inocente, un niño lleno de vitalidad y alegría. Pero la pregunta más importante que tengo en mi corazón es esta: ¿Qué ha querido decirnos el Señor a través de él?
¿Qué nos quiere donar al darnos a conocer el camino que ha recorrido este niño?
Siempre he sentido un gran respeto por la Iglesia católica de Estados Unidos.
He visto cómo está consiguiendo aunar la tradición más auténtica de nuestra fe con la modernidad cada vez más extendida.
Visitar los Estados Unidos, y Nueva York en particular, fue para mí un estímulo para profundizar precisamente en el sentido de la evangelización, el corazón de la vida de la Iglesia.
Así que asistí a varias parroquias de la Gran Manzana durante las vacaciones de verano, mejorando mi inglés y adquiriendo experiencia pastoral. Ciertamente en esa ciudad nunca pensé que entraría en la singular historia de GiovanniMaria y su madre Cinzia.
Una historia que me involucró profundamente tanto desde el punto de vista humano como espiritual, aspectos que en el caso de un sacerdote coinciden.
He podido percibir sólo una pequeña parte de la experiencia de GiovanniMaria con Jesús, la Virgen María y los santos, a los que reconoció como compañeros de camino hacia el encuentro pleno con el Amor de Dios. Pero hay algo que emerge claramente en su corta pero muy intensa vida. Su existencia tiene la luz de una peregrinación, guiada por la Providencia, en la que su familia, sus amigos, las personas que encontró casualmente, los enfermos, el personal sanitario, los sacerdotes, las monjas, todos se vieron involucrados en el descubrimiento o redescubrimiento de que el sufrimiento vivido con Cristo, en la oración, salva, transforma, nos devuelve al corazón de una vida que vale la pena vivir si está tocada por el Amor. Todos nos pasamos la existencia intentando escapar de la fragilidad, del dolor. Un niño de pocos años ha venido a recordarnos que "la Cruz es bella", como repetía GiovanniMaria a su madre Cinzia. Recorramos juntos lo
s acontecimientos de su vida, entre juegos, la escuela, las visitas de lugares santos, de una parte a otra del océano Atlántico, los hospitales, los lugares de la santidad en Cristo sufriente.
Padre Giovanni Biallo
Asistente espiritual
Opera Romana Pellegrinaggi